Estados Unidos violento, armado y dividido ¿Sorprende el atentado a Trump?

Hoy viven bajo una sociedad armada, violenta e intimidatoria, y que su propio expresidente ha contribuido significativamente a este clima de violencia.

Gabriele Galimberti, ganador World Press Photo
Gabriele Galimberti, ganador World Press Photo

No me sorprende el intento de asesinato a Trump, pero a los americanos parece que sí. En su búsqueda de explicaciones, muchos culpan a las redes sociales y a grupos extremistas del lejano oriente. Sin embargo, no logran ver que viven bajo una sociedad armada, violenta e intimidatoria, y que su propio expresidente ha contribuido significativamente a este clima de violencia.

En Estados Unidos, la posesión de armas es casi una religión. Según el Small Arms Survey, hay 120.5 armas por cada 100 habitantes en el país, la cifra más alta del mundo. Esta realidad se traduce en una cultura donde resolver problemas con violencia es visto como una opción viable. Los tiroteos masivos son solo una parte visible del iceberg de violencia que se vive a diario. 

La facilidad con la que se pueden comprar armas en Estados Unidos es alarmante. Las verificaciones de antecedentes son a menudo superficiales, y en muchos estados se pueden adquirir armas sin apenas restricciones. Esta disponibilidad contribuye a la percepción de que la violencia es una solución aceptable a los conflictos.

Además, la idea de que las armas son necesarias para la legítima defensa de la propiedad privada está profundamente arraigada en la sociedad estadounidense. La Segunda Enmienda se interpreta como un derecho casi sagrado que permite a los ciudadanos proteger sus hogares y pertenencias a cualquier costo. Esta mentalidad no solo perpetúa la posesión masiva de armas, sino que también normaliza el uso de la violencia en situaciones que podrían resolverse de manera pacífica. Como señala Jill Lepore en The New Yorker,

"la idolatría de la Segunda Enmienda ha convertido el país en un polvorín, donde cualquier disputa puede escalar rápidamente a violencia armada" (Lepore, 2012).

Pero la violencia no solo se manifiesta en la posesión de armas. La retórica de Donald Trump ha sido un catalizador. Desde su campaña presidencial, Trump ha usado un discurso inflamatorio y divisivo. En múltiples ocasiones, ha incitado a sus seguidores a confrontar a sus oponentes con agresión. Según The New Yorker,

"La retórica de Trump a menudo rozaba la incitación, difuminando la línea entre el discurso político y los llamados a la acción" (Bennett, 2021).
toma del Capitolio el 6 de enero de 2021
Tyler Merbler https://www.flickr.com/photos/37527185@N05/

La toma del Capitolio el 6 de enero de 2021 es quizás el ejemplo más contundente de cómo su discurso puede llevar a la violencia. En ese día, Trump incitó a una multitud a marchar hacia el Capitolio para protestar contra la certificación de los resultados electorales, diciendo que debían "luchar como el infierno". El resultado fue una turba violenta que invadió uno de los símbolos más importantes de la democracia estadounidense, causando muertes y caos. The Economist describió este evento como

"una culminación de años de retórica incendiaria de Trump y sus aliados" (The Economist, 2021).

La represión de estudiantes durante las protestas de Freepalestine es otro ejemplo claro de la desproporcionada fuerza estatal. Las imágenes de la policía antidisturbios usando gases lacrimógenos y balas de goma contra jóvenes desarmados deberían ser una llamada de atención. Sin embargo, para muchos, esto es simplemente "lo necesario" para mantener el orden. The New York Times informó que

"las tácticas agresivas utilizadas contra manifestantes mayoritariamente pacíficos son indicativas de una tendencia más amplia de abuso de poder por parte del estado" (Baker, 2021).

Es crucial reconocer que la violencia en Estados Unidos no es un fenómeno aislado ni reciente. Es un síntoma de problemas estructurales profundos, donde la solución de conflictos a través de la fuerza está normalizada. La glorificación de la violencia en el cine, los videojuegos y la política contribuyen a un ciclo perpetuo de agresión y miedo.

Estados Unidos necesita una introspección urgente sobre su cultura de violencia. Trump, con su discurso incendiario, no es solo un síntoma, sino también un agente de esta enfermedad social. Hasta que no se reconozca y aborde este problema de raíz, cualquier intento de asesinato, protestas violentas o represión policial seguirán siendo parte de la cotidianidad. Es hora de dejar de mirar hacia afuera y enfrentar nuestros propios demonios. La responsabilidad es de todos, pero especialmente de aquellos que, como Trump, tienen una plataforma poderosa y eligen usarla para dividir en lugar de unir.

Letras Libres portadme TRUMP

Bibliografía:

- Bennett, B. (2021). Trump's rhetoric often bordered on incitement, blurring the line between political speech and calls to action. *The New Yorker*.

Lepore, J. (2012). Battleground America. The New Yorker. Recuperado de The New Yorker.

- The Economist. (2021). A culmination of years of incendiary rhetoric from Trump and his allies. *The Economist*.

- Baker, P. (2021). The aggressive tactics used against largely peaceful protesters are indicative of a broader trend of state overreach. *The New York Times*.

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